lunes, 25 de octubre de 2010

Tristeza (Rodrigo San Martín)

La tristeza es un sentimiento, y como todo sentimiento es algo abstracto, es decir, algo que no podemos ver, algo que no podemos tocar, algo que no podemos oler, oír ni probar. Es algo que podemos sentir. ¿Pero qué significa esto? No creo que nadie pueda definir el verbo sentir o explicar su significado de una forma del todo correcta. Es más, creo que si cada uno intenta decirse para sí mismo qué es sentir, lo encontrará difícil y tengo la certeza de que si incluso pudiéramos definirlo, cada cual tendría su propia interpretación. Sin embargo, aparentemente todos entienden lo mismo, o casi lo mismo, por las palabras “amor”, “angustia”, “felicidad”, “temor”, “miedo”, “pasión”. Es raro pensar en el verdadero significado de cada una de esas palabras, ya que tenemos un entendimiento general de las mismas. Cada palabra se usa para expresar un estado de ánimo o resumir el conjunto de muchos sentimientos. Hay palabras relacionadas con cosas “buenas” y otras con cosas “malas”. Es así como todos podemos tener un entendimiento similar de las palabras. Pero, ¿hasta qué punto podemos decir que la angustia que yo siento es la misma angustia que otro siente? Es probable que yo denomine angustia al conjunto de sentimientos al que otro denomina tristeza. Ambas palabras están relacionadas y probablemente no podamos explicar mediante el uso del lenguaje sus diferencias. De todos modos, mediante el arte, por ejemplo, podemos mostrar lo que sentimos, lo que nos pasa, de una manera diferente. Muchas veces los pintores buscan, mediante su obra, expresar lo que sienten. Y nosotros, al ver su pintura tal vez podamos entenderlo y sumergirnos en sus sentimientos y así poder relacionarlos con los nuestros. De esta forma, yo digo “ese cuadro me genera angustia”.
Pero ¿de dónde surge esta angustia? ¿Por qué todos o casi todos nos sentimos angustiados alguna vez? ¿Será natural en el Hombre sentirla? ¿Será natural en los seres vivos? ¿Será porque sabemos que no vamos hacia ningún lugar?

lunes, 18 de octubre de 2010

Tristeza (Patricio Perkins)

Lo que mejor define para mí la experiencia de la tristeza es el deseo de un bien ausente. Lo extraño de este sentimiento es que se me hace más evidente, cuando consigo lo que quiero. Un examen que tenía que rendir, una fiesta a la que me habían invitado, un trabajo que tenía que hacer, cuando los alcanzo, un segundo después de la alegría, ya está la tristeza. La única explicación que le encuentro es que, buscando lo que quería buscar, lo que necesitaba, había otra necesidad que iba por debajo, una necesidad más grande que no se vio satisfecha con el logro. Como si la tristeza fuese el eco en mi alma de la desproporción entre lo que quiero y lo que obtengo. En este sentido, me parece la tristeza como un reenvío, como la respuesta de mi afecto al hecho de que las cosas no me bastan así como son y, por ende, reenvían a Otro.

A estos hombres tristes... (Federico Gamba)

Nos agarra, nos atrapa, nos sumerge en dudas, nos pone a pruebas inmensas, nos provoca estruendos vortiginosos, nos pone limites, nos asusta, nos reprime, vive, actúa, límita, siente, nos llena el alma, provoca, contagia, se convierte en tinta, se convierte en papel, en palabras, en melodías, en culpas, en errores, en acciones. Es éfimera, es eterna, agoniza, emociona, brota, espera, nos llama, nos busca, la buscamos, nos encuentra, la encontramos. A veces hasta la queremos, la odiamos, nos acompaña, la acompañamos, la entregamos, la recibimos.

¿Por qué vivimos con ella? ¿Por qué viven con ella? ¿Por qué se transimte? ¿Por qué se siente? ¿Qué provoca? ¿No tiene fín?

Cuando la sentimos cerca recurrimos a obstaculizarla o negarla, o tratamos de vencerla rápidamente. ¿Verdaderamente es un vacio?

En ese vacio tratamos de decifrar qué es, porqué nos entristezemos con ella. No sabemos su significado ni entedemos a veces porque la sentimos. Tenemos que jugar con ella. Interpretarla, descifrarla, vivirla, opacarla.

Nos envuelve en una vorágine, nos pone a prueba, nos hace aprender, nos enseña a caminar.

Pero así también nos tira pa atrás, nos encandila, esta en nosotros saber apagarla.

Es parte del todo, del hombre, de cada sentimiento, el estar triste, el sentir tristeza, el vivir con tristeza.

El hombre es triste si no sabe gozar de la felicidad, y asi mismo contagiarla con uno, con dos, con todos.

Tristeza: fondo y superficie (Martín Grassi)

En el fondo de uno mismo... ¿en el fondo? ¿qué fondo? ¿cuál es el fondo de uno mismo? ¿Acaso alguna vez alguien lo ha asido? ¿Acaso alguien ha acariciado lo que debajo de la piel yace? ¿A qué fondo nos referimos? ¿Y a qué nos referimos respecto a lo que no es fondo? Pues si hay un fondo, debe haber una superficie. Es cierto que solemos hablar de fondo y de superficie cuando hay en nosotros una jerarquía o diversidad de estratos que presentan los unos respecto a los otros la propiedad de la autenticidad. Así, cuando uno, por ejemplo, se arrepiente de algo, alega que en el fondo uno no ha querido infligir el mal que ha causado. Uno podría pensar que hay aquí una especie de mentira o excusa de su propia acción, y que el recurso a un fondo no es más que un modo de no hacerse responsable de sus propios actos. Ciertamente, muchas son las veces que recurrimos a un fondo para no hacer frente al acto realizado. Sin embargo, este recurso es esencialmente de tipo dialéctico, pues así como puede llevar a la máxima indiferencia respecto a uno mismo como actor de su propia vida, así también puede llevar a la máxima de las tomas de posición de sí. Es decir, cuando uno recurre al fondo, o bien se excusa o bien afirma que uno mismo se ha traicionado a sí mismo, es decir, reconoce que no es propio de él haber actuado de tal manera. Así, el recurso al fondo es, a la vez e indisociablemente, un camino hacia la inautenticidad y uno hacia la autenticidad.
A mi modo de ver es la tristeza el síntoma más elocuente de la falta de autenticidad del existente, siempre y cuando entendamos a la tristeza en su matriz metafísica. Me animo a definir la tristeza como el sentirse ajeno a uno mismo, es decir, a la atestación negativa de uno mismo: yo no soy lo que soy. Pero, a la vez, la tristeza supone la conciencia del ser propio de uno mismo, gracias a la cual denunciamos la alienación de sí mismo, es decir, supone la atestación positiva de uno mismo: yo no soy lo que soy. La tristeza como denuncia de la alienación de sí mismo, me parece ser la transposición vital de la paradoja que yace en la existencia humana: yo soy lo que no soy y no soy lo que soy. En esta paradoja, me parece, se encuentra la clave de una existencia que es siempre búsqueda de sí mismo y destino incierto pero cierto de ser uno mismo. Todos nuestros actos, entonces, se tiñen de tristeza en tanto que son incapaces de alcanzar ese fondo que se revela siempre en la superficie, y que le da su sentido como tal. Habría que detenernos un momento, al menos, para señalar dos posibles actitudes respecto a la dialéctica fondo-superficie: o bien hay un fondo que se manifiesta en la superficie y que intentamos alcanzar con la seguridad de quien puede, al final, alcanzarlo (lo propio de la esperanza), o bien se denuncia ese fondo como algo ilusorio que construimos para nuestro consuelo pero que en realidad no es tal, afirmando el absoluto sin-sentido de la existencia (lo cual es propio de la desesperación). La tristeza sería una especie de enclave de estas dos posibilidades fundamentales del hombre, y habría que ahondar sobre las implicancias mismas de estas posibilidades a la luz de las experiencias más significativas de la existencia humana, como la del amor-odio.
Caminantes en este valle de lágrimas, ¿podremos estar atentos al llamado que viene de nuestras entrañas, como la del hijo que en nuestro seno habita y que trae consigo el nombre que tanto anhelamos, el nombre propio?

martes, 17 de agosto de 2010

La superioridad del hombre (Rodrigo San Martín)

La superioridad del Hombre

El planeta en el que vivimos está plagado de seres vivos, tan vivos como cualquiera de nosotros. A lo largo de los años el Hombre ha necesitado a estos seres, y en cierto punto, ellos también han necesitado al Hombre. La vida de un ser depende de la supervivencia. Para sobrevivir hay que adaptarse al entorno. Para adaptarse el ser debe utilizar los recursos que encuentra en sí mismo y a su alrededor. El Hombre cuenta con un recurso distintivo al resto de los animales: la inteligencia. La inteligencia es aquella capacidad de entender o comprender algo, la capacidad que le permite al Hombre resolver problemas, conocer y demás. Es cierto, el Hombre cuenta con esta especie de superioridad con respecto a los animales. El Hombre utiliza este recurso que encuentra en sí mismo para sobrevivir, se vuelve más fuerte y hábil que los animales mediante el uso de su inteligencia. Los animales en su gran mayoría cuentan con algún grado de inteligencia, pero ninguno cuenta con una inteligencia tan desarrollada como el ser humano. El Hombre es capaz de matar a un león mediante el uso de un arma de fuego, un palo, una piedra, una trampa. Pero físicamente el león es más fuerte que el Hombre. De no ser por el uso de la inteligencia, el león fácilmente podría matar al Hombre. Mediante este razonamiento podríamos concluir en que el Hombre es superior a los animales por el mero hecho de ser inteligentes. Pero a su vez podemos verlo desde muchos otros puntos. Las aves poseen alas que les permiten volar. El Hombre no posee esas alas, y sin embargo también puede volar. Los peces poseen branquias que les permiten respirar bajo el agua. El Hombre no las posee, y sin embargo puede pasar horas sumergido bajo el agua. ¿Es natural que el Hombre haga estas cosas? Para volar o para permanecer sumergido por un largo rato, el Hombre requiere de ciertos instrumentos especiales, mientras que las aves o los peces tan sólo utilizan su cuerpo. De todos modos, no puedo decir que no es natural, ya que esas ideas surgen de la cabeza de las personas, nadie ni nada nos ayudó. En mi opinión, el Hombre es superior a los seres vivos del planeta Tierra. Su inteligencia desarrollada genera eso. Donde se complica el razonamiento es cuando hablamos de los seres del Universo. ¿Cómo podemos considerarnos superiores a algo que no conocemos? El Hombre no conoce absolutamente nada de este Universo más que el planeta en el que habita y la localización de ciertos astros. Sin embargo, los seres humanos en su mayoría se consideran superiores a todos los seres del Universo. El Hombre se considera más importante, se considera el centro en el que radica el Todo. Todo está hecho para los Hombres del pequeño e insignificante planeta Tierra. Un planeta en el que habitan seres vivos, millones de seres vivos. Sin embargo, el Hombre se considera más importante que todos esos seres vivos. El Hombre al ser superior se considera mejor, se considera especial. Somos iguales a todos los demás, sólo que contamos con una inteligencia más desarrollada. Los perros tienen dos ojos, dos orejas, una boca, una lengua, se reproducen del mismo modo. Somos iguales. Tenemos el mismo instinto de supervivencia que todos los animales. Si nos encontramos frente a una amenaza tendemos a escapar. De todos modos, opino que la similitud más clara y más dura es la siguiente: todos los seres vivos mueren. Todos los seres perecen. Al fin y al cabo el ser vivo deja de serlo para convertirse en nada, en algo que fue. Sin embargo al sentirse más importantes y especiales, los seres humanos en su mayoría consideran que no son algo que alguna vez fue, sino que son algo que serán.

domingo, 6 de junio de 2010

La verdad (Rodrigo San Martín)

Tras revisar el diccionario de la Real Academia Española y buscar la palabra verdad me encontré con una serie de definiciones diferentes por lo general sin ningún tipo de conexión unas con otras. De todos modos hubo una que me llamo más la atención: “Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”. En mi opinión esta es la definición más común para la palabra verdad. Algo que es así y no se puede refutar. Ahora, las palabras en sí son un invento del hombre, un invento probablemente inevitable. Cada palabra tiene su significado. Uno podría cuestionar porque cada palabra significa lo que significa, pero no serviría de mucho, ya que la razón por la que existen es para comunicarnos, y se construyen o en su momento construyeron por consenso. Pero como bien sabemos no hubo una única persona que comenzó a enseñar a hablar con palabras. En las miles de culturas diferente desplegadas por el mundo, todas, o al menos su gran mayoría, se comunicaban mediante un lenguaje. Es difícil de imaginar como lograron comenzar a transmitir lo que sentían, ya que al ser algo abstracto es difícil de representar. La palabra verdad es eso, algo abstracto, pero su significado es muy abarcativo. La verdad puede ser tomada desde puntos de vista muy diferentes. Por un lado, podríamos decir que hay cosas que son verdad, como por ejemplo 2 más 2 es cuatro. Pero al mismo tiempo podríamos cuestionar el por qué de eso. Quien dice qué significa 2, qué significa más o qué significa cuatro. Pero así uno nunca podría llegar a un resultado final. Por otro lado podemos ver la palabra verdad como algo que nos dice que existen cosas incuestionables. Este es el lado que a mí más me interesa tratar. Supongamos el caso de un hombre que dice que es verdad que los animales razonan. Un científico podría contraponerse y decirle que no es cierto, que tras cientos de estudios se demuestra que los animales no razonan o no pueden hacerlo. ¿Quién es aquí el portador de la verdad? No lo sabemos. Podemos decir que es más lógico creer en lo que dice el científico; pero no podemos saber que lo que él dice es cierto. La verdad puede ser objetiva o subjetiva. En este caso estaríamos hablando de un caso de verdad subjetiva. Cada sujeto tiene su propia verdad. ¿Pero qué pasa si hay algo que nadie se cuestiona? Un hombre pelado sabe que es pelado y todo el que lo vea sabrá que es pelado. En ese caso, ¿no debería ser la única verdad posible que el hombre sea pelado? De todos modos, puede que haya un hombre ciego que no pueda ratificar mediante la vista si el hombre es o no pelado, y tras tocarlo con la mano creer que está tocando otra superficie. Esa persona no sabrá si es verdad o no que el hombre es pelado. Ese hombre puede pensar que su verdad es más verdad que la de los demás. Por más cierto que algo parezca, siempre puede haber un caso de contradicción o alguien que crea lo contrario. Pero debemos manejarnos por consenso para que no sea un gran caos el vivir en sociedad. Si todos vemos al hombre y claramente nos damos cuenta de que es pelado no dudaremos de que así sea. A su vez puede que el tema en cuestión sea algo más abstracto, tal es el caso de lo que pasa después de la muerte, o si existe o no existe un ser todopoderoso, o cual religión es la más real. No sabemos si alguna vez podamos saber qué es lo más cierto. Cada uno tiene su propia verdad y la forma a través de las experiencias propias. Yo puedo creer que muero y vuelvo a vivir y en ese lapso haber visto una luz y por ende creer que la verdad es que después de la muerte hay una luz y entonces predicar la religión cristiana ya que también me pareció ver la cara de Jesús. En ese caso yo voy a estar seguro de que lo que creo es así, y nadie podrá negármelo. En mi opinión cada uno tiene su verdad, la cual puede ser compartida por muchos o no. Y es por esto que dudo del real significado de la palabra verdad y me cuestiono si es posible que exista algo como tal.

lunes, 31 de mayo de 2010

La verdad (Patricio Perkins)

Me gustaría decir algo sobre la verdad tal como la experimento actuando –tomando el desafío de Martín de pensar algo desde la experiencia, no desde lo que pensaron otros–.
Me parece un desafío fantástico, porque si repito algo que dijeron otros sin verificarlo en la experiencia, estoy en definitiva, evitando pensar por mi mismo. Y es lo más común…
La primera experiencia a la que enlazo la palabra ‘verdad’ es aquella que me da una solución al problema de mi origen y mi destino de hombre, sea una solución que presiento sutilmente o una solución que me enfrenta claramente. En otras palabras, digo “¡encontré una verdad!” cuando me encuentro con algo que responde a mis preguntas más grandes (¿por qué existo? ¿hay alguna certeza en la vida? ¿qué es amar?).
Otro rasgo con el que evalúo si algo es verdadero o no, es si abraza todos los factores en juego dentro del problema. Por ejemplo, si abraza todo lo humano que soy, todas mis preguntas, todo mi libertad; abraza, aclara y, por sobre todo, me da una certeza firme, como pisar sobre tierra que no se mueve. Si llego a una verdad la experimento como si fuese una roca, firme incluso en las tormentas. Entonces, encuentro algo verdadero, si afirma las cosas según la totalidad de sus factores, sin tapar ninguno. Especialmente sin tapar la posibilidad de que la realidad me sorprenda y corrija. Tener una verdad es como tener la solución a un problema; decir una verdad es como acercar la solución de un problema.
Otra cosa que pienso al decir ‘verdad’ es verificación: si no puedo verificarla, no la considero una verdad. Si la afirmo, sin haberla verificado, es una opinión, en el peor de los casos, una ideología.
En breve, me parece que verdad y experiencia van juntas: algo es verdadero cuando lo pruebo y comprendo la relación que tiene con mis preguntas últimas.

p.d. me parece importante diferenciar ‘problema’ de ‘duda’: los problemas surgen en la relación con la realidad, tener un problema, es no saber la respuesta a algo; dudar es poner un obstáculo delante de algo: delante de un deseo, de una evidencia o de una pregunta. De un problema, nace una aventura; la duda sólo inmoviliza, nos hace pequeños.

domingo, 30 de mayo de 2010

¿Qué es la Verdad? (Martín Grassi)

Ante la pregunta por lo que sea la verdad, surge una primera objeción que es la que apunta a la posibilidad misma de la verdad: ¿acaso no es necesario saber que la verdad es de algún modo antes de poder afirmar lo que ella sea? Sin embargo, ya el preguntar sobre la verdad supone la realidad de la verdad, puesto que si dicha pregunta es vana o superflua, pues es verdad que la verdad no existe, lo cual es a las claras una contradicción. El caso de la pregunta por la verdad es análogo al de la pregunta por el ser, en tanto que ya estamos inmersos antes de cualquier interrogación tanto en el ser como en la verdad: si alguno de los dos faltase, entonces no habría pensamiento o interrogación posible.
Pero la pregunta central no es aquí si la verdad es, sino qué es la verdad. Y es aquí donde el pensamiento empieza a naufragar. Pero habría que preguntarnos, antes de avanzar sobre este terreno tan empantanado, si preguntar –como Pilato- qué es la verdad, es una pregunta válida. El silencio del Cristo pudiera ser el gesto de una desaprobación de la pregunta misma, que más bien busca excusarse de la Verdad que dirigirse a Ella. Es decir, cuando preguntamos qué es la verdad no preguntamos acerca de alguna verdad particular, como cuando preguntamos ¿es verdad que...?, sino más bien preguntamos por aquello que hace de toda verdad particular una verdad. Ahora bien, ¿puede considerarse como algo objetivo o definido aquello que es condición de posibilidad de toda objetivación y definición? O, análogamente, ¿podemos preguntar de qué color es la luz cuando no es reflejada por ningún cuerpo? Pareciera que cuando preguntamos por lo que es la Verdad, dejamos de preguntarnos por la Verdad, puesto que la consideramos como un ente más del mundo. Pero tampoco parece convencer el hecho de que sea una forma lógica o una estructura del pensamiento, en tanto que lo que hace que algo sea verdadero en concreto no puede ser algo absolutamente abstracto. De ser así, podríamos acceder a todas las verdades del mundo y de uno mismo por un análisis y un desarrollo de los principios lógicos, como si se tratara de construir una geometría de los seres y del ser.
Más bien, me parece que la Verdad está hermanada con el Ser, en tanto que en ambos nos movemos y vivimos, sin entender ni un poco lo que ellos sean. Aun así, tanto el Ser como la Verdad, en tanto que atmósfera de la vida existencial, no pueden ser de ningún modo algo que depende de cada uno tomado en su relatividad histórico-social, y, en este sentido, no creo que cada uno tenga su verdad, así como se tiene un instrumento a la mano. La condición que antes nos prohibía saber lo que sea la verdad, nos obliga a no considerarla como una cierta posesión. Lo mismo puede ser dicho al nivel cultural, como cuando se dice que cada civilización ostentaba una verdad distinta. Tal enfoque me parece además perder el peso existencial de la verdad auténtica, que es tal que hasta puede solicitar mi propia vida en favor de su defensa. Pues la Verdad sólo puede realizarse en la propia vida, así como se realiza una vocación o una exigencia a ser que nos es propio. Y esta misma atestación del valor de la verdad, me lleva a pensar que la verdad se revela en la comunión misma con el otro, es decir, que la verdad sólo es posible cuando hay junto a mí otro existente que me solicita y al cual estoy ob-ligado a responder, pues solo en la comunidad puedo llegar a ser alguien.
De alguna forma, el amor es la verdad, o la verdad es el amor. Toda diferencia cultural o dóxica queda en un segundo plano cuando amamos a quien delante tenemos, y la verdad que se identifica con el ser mismo en tanto que constituyen ambos el ámbito ontológico o la condición de nuestra existencia, no es sino el reconocimiento del valor del otro para mí y de mí mismo para el otro. Así como el punto de partida y fundamento del filosofar era en mi opinión la paradoja existencial, así la verdad que permite tal reconocimiento es que yo no me identifico ni con el Ser ni con la Verdad. Ambos tienen la forma de una exigencia: una exigencia a que cada uno sea, y que cada uno sea de modo auténtico, en su verdad de existente. Y más allá de las formas culturales y de los lenguajes, el amor es la única realidad que, por ser íntimamente vivida y por constituirnos como los existentes que somos en el nosotros de la comunidad amorosa, nos revela la verdad y la infinitud de su realidad. Pero esta cuestión debe ser retomada desde los análisis del amor y de la identidad del existente. En todo caso, lo que parece ser cierto sin necesidad de estos análisis es que la verdad es la afirmación de la paradoja existencial, por la cual debo afirmar que vivo en la Verdad en tanto que estoy infinitamente lejos de aprehenderla, y así que la Verdad es ante todo exigencia de Verdad. Esta paradoja, a la vez, nos obliga a afirmar que vivimos en la verdad tanto como en la no-verdad, y así la irrealidad y la mentira son también partes fundamentales de nuestra vida reflexiva. De algún modo, siempre estamos en presencia de la mentira, tendiendo a superarla por la atestación de una verdad que la descubre como tal aunque ésta no se nos dé objetivamente. Así, la mentira es siempre objetiva, mientras que la Verdad es aquello que hace del objeto algo verdadero, aunque ella misma no se nos ofrezca intelectivamente. De allí que sea exigencia y no cosa, y de allí que se refiera siempre a lo infinito, propio de lo que se presenta en el amor, y por lo cual cualquier intento de aprehender como una totalidad cerrada a una persona aparece como falso o ilusorio. La verdad empuja con la fuerza del amor a abandonar como definitiva cualquier concepción o imagen que tengamos de lo real, en tanto que alberga la infinitud y el misterio de ser, infinitud y misterio que se revela de modo privilegiado en el amor entre las personas, pero que también se revela en nuestro encuentro desprejuiciado y cándido con las cosas del mundo, encuentro impedido por el afán cotidiano de la supervivencia, y que la poesía y el arte buscan restablecer.

jueves, 20 de mayo de 2010

El Bicentenario (Erika Hansen)

¿Que es el 25 de Mayo? ¿A quién le importa? ¿Por qué he de festejarlo? ¿Soy un tarado si digo que me importa? Qué difícil es expresarme sin que me juzguen, pero como Sócrates profesaba la ignorancia de todo, yo profeso que tampoco lo sé todo pero que lo que sé lo expreso para equivocarme y así aprender.

El 25 de Mayo no hacemos más que festejar LA Revolución de nuestro país, ¿tan difícil es de entender? Se que no es cool, moderno o hasta original decir: “sí, la verdad está bueno festejar el bicentenario”. Qué loco que un par de chabones como Belgrano, Saavedra, Rodríguez Peña, Paso y muchos más se la jugaron por nosotros. Sí, se la jugaron, dieron a conocer lo que pensaban, lo que querían y lo que idealizaban de por nuestro país. Es verdad, seguramente no es lo que vivimos hoy, tanta injusticia, tanta impunidad y tanto desarraigo por nuestra patria. Pero ¿por qué no intentar hacer lo mismo? ¿Por qué no idealizar un lugar seguro, lleno de vida y amor? Sí, por ahí es hippie, pero creo que en eso Dios está conmigo. No podemos hacer nada sin amor, ¿qué sentimiento vamos a despertar si primero no queremos y creemos lo que estamos defendiendo? Defendemos lo nuestro, lo que nos parece justo; defendemos lo mismo que defendían ellos: un país mejor.

Por suerte el 25 de Mayo de 1810 un par de patriotas unieron sus voces para decir: “SÍ CREEMOS”. ¿Por qué no conmemorar eso y, en definitiva, hacer lo mismo?

domingo, 2 de mayo de 2010

La paradoja como punto de partida del filosofar (Martín Grassi)

¿Cuál es el punto de partida del filosofar? Creo que habría que delimitar primero lo que significa la expresión "punto de partida" al aplicarlo a la filosofía. La "partida" supone siempre un estado inicial de reposo, a partir del cual se inicia un determinado movimiento. Pero dado que los movimientos pueden ser varios, también los puntos de partida parecen ser más de uno. Lo importante es, quizá, señalar la profunda implicación entre movimiento y punto de partida: uno y otro se definen mutuamente, puesto que un cierto movimiento exige un cierto punto de partida, así como un cierto punto de partida marcará un determinado movimiento. En el caso de la filosofía, podemos pensar en movimientos varios: el movimiento lógico del pensamiento, el movimiento existencial del filósofo, el movimiento histórico del pensamiento tomado en sus figuras históricas concretas. Así, habría -al menos- tres puntos de partida: 1)el principio de identidad, a partir del cual se genera la labor lógica del pensamiento; 2) la "crisis" (en su sentido más amplio, como quiebre o ruptura, pero también como oportunidad) del existente, que busca sanar su desequilibrio; 3) la tradición cultural de la cual nos servimos inevitablemente para plantear las preguntas, así como también para esbozar sus posibles respuestas.
Sin embargo, ninguno de estos puntos de partida se dan de un modo puro al hombre, como si fueran meramente dados a nosotros -como si se nos colocara en la primera casilla de un juego de mesa. Más bien, estos puntos ya implican nuestro movimiento mismo, el movimiento de cada quien, cosiderado como existente singular y único. El principio de identidad es tan sólo una formulación abstracta de un movimiento existencial que busca siempre la unidad y el equilibrio de sí y de lo otro, lo cual es propio también de la "crisis", en la cual nos reflejamos como incompletos, pero también propio de la cultura en tanto camino siempre inacabado y vuelto a emprender por la originalidad de cada uno. Y he aquí, creo, lo central: el movimiento de la filosofía -y, por tanto, su punto de partida- es uno y el mismo: el ser que busca el ser. Pero este movimiento es justamente el de la paradoja: es tan cierto decir que somos como decir que no somos. No es que el principio de identidad se quibre, sino que el Ser no se presenta nunca como algo acabado a nosotros, ni en su ser-sujeto que realizamos, ni en su ser-objeto de pensamiento (y aún esta doble caracterización falsea al mismo Ser, que trasciende las mismas categorías de sujeto y objeto). El Ser parece más bien una invitación a una realización. Y aquí parece ser verdad que solo buscamos aquello que ya hemos encontrado de algún modo. La paradoja es el corazón de la filosofía, paradoja que se encuentra ya en su punto de partida, que es, al mismo tiempo, movimiento. No hay un "punto cero" de la filosofía, la filosofía es "ya-siempre-camino", y esto porque ya el Ser se presenta antes de ser cuestionado y aparece gracias a su ser cuestionado. Claro que este camino se ilumina en la toma de conciencia de la paradoja y de sus momentos, pero creo que se falseará todo filosofar si nos atenemos tan sólo a los productos abstratos de este movimiento tomados como absolutos, es decir, como independientes del movimiento o como "anteriores" al movimiento. Me parece una concepción demasiado mecanicista y naturalista (técnica, en una palabra) la de pensar que un punto de partida es un estado puro de posibilidad que necesita ser actualizado, como si fuera el primer eslabón de una cadena que significa la construcción pura y diáfana, transparente a sí misma, de un filosofar. Más bien, la filosofía me parece más cercana al arte que a la geometría, por su caracter paradojal. Y la paradoja nos abre ya a lo Otro frente a lo cual nos situamos y que nos define por dentro, y que es uno de los lados del corazón de la paradoja (el uno atravesado por lo otro, el ser atravesado por la nada, el movimiento atravesado por el reposo, y todas estas puestas a la inversa). Y este Otro se presenta en su ser exigencia existencial de ser y no como objeto a definir. De este modo, el punto de partida de la filosofía -que se asimila al movimiento del existente en el seno del Ser- es a la vez de carácter especulativo y ético. Que el ser sea y no sea a un tiempo ante nosotros, es la certeza que fundamenta y pone en marcha el movimiento todo del filosofar.

El punto de partida de la filosofía (Rodrigo San Martín)

El hombre tiene la capacidad de razonar, una capacidad que lo lleva a pensar y dudar. Ante la presencia de una duda, el hombre se entusiasma por conocer aquello que le intriga y lograr despojarse de su incertidumbre. Lo que sucede es que al quitarse de encima una duda inevitablemente surgirá otra, y luego otra, y luego otra. Es así como el hombre se encuentra atosigado por las dudas y ello lo lleva a querer conocer más y más. Es por ello que el hombre filosofa, porque se encuentra en un estado de duda constante que lo conduce al razonamiento y el pensamiento. Así surge la filosofía, como una herramienta indispensable del hombre para buscar el conocimiento de aquello que desconoce y le entusiasma conocer.

domingo, 4 de abril de 2010

¿Qué es la filosofía? ¿Qué espero de la filosofía? (Brenda Bianchimano)

Encuentro inquietante aquellas cuestiones no resueltas, que no se pueden determinar o encuadrar en alguna categoría o definición del ser humano. Creo que la filosofía, intenta crear un marco dentro del cual entre lo relevante y que sirva de barrera contra lo irrelevante. Es por eso, que busca una conexión para obtener una plena visión del conjunto.

De todos modos, siento que hay dudas que siguen surgiendo en lo relacionado con la existencia, no sólo del hombre sino también de la vida en el planeta, la naturaleza, cómo el mundo genera un balance que el ser humano es capaz de destruir. No encuentro explicación que me satisfaga para lo que existe, lo que es y lo que uno puede experimentar a través de los sentidos. Resulta inquietante el no saber realmente cómo se originó la vida, de donde venimos, quienes somos, hacia donde vamos…

Lo que espero de la filosofía es lograr un conocimiento amplio de distintos argumentos que me permitan ir formando mis propias creencias y fortalecer mis convicciones. Espero permitirme dudar de lo que creo correcto para poder ver otras alternativas. Sin duda, aprendí que se filosofa no para salir de dudas, sino para entrar en dudas y la filosofía es como una herramienta que me permite cuestionarme.

lunes, 29 de marzo de 2010

¿Qué es la filosofía? ¿Por qué filosofamos? (Martín Grassi)

Creo que la filosofía es la experiencia de un alejamiento respecto de la vida cotidiana que emprendemos en orden a establecer la crítica de lo ordinario, y así poder vivir de modo auténticamente humano, o mejor, llegar a ser lo que somos. Es la experiencia gracias a la cual desnudamos todo nuestro ser para encontrar ese nombre que nos corresponde. Para eso, creo, es necesario romper todos los muros construidos por las lógicas del entorno socio-cultural para abrir así el horizonte de lo posible, el horizonte de la libertad. Pero a este momento negativo de crítica y destrucción le sucede el momento positivo de creación: al vivir libremente, buscamos ser nosotros mismos. Pero este "ser nosotros mismos" implica saber quiénes somos, y tal es la principal pregunta que, creo, corresponde a la filosofía: ¿quién soy yo? a esta pregunta no corresponde una solución -como si se tratara de una ecuación matemática-, sino la respuesta vital de la realización de sí (en última instancia una respuesta que se hace acción, una respuesta que se hace ética).
Así, me parece que la filosofía es a la vez una preparación para la vida y una propedéutica para el morir. Gracias a la filosofía vivimos dentro nuestro, vivimos nuestra propia vida y no la vida que nos quieren imponer otros, esa "vida mecánica" (¡¡qué terrible contradicción!!). Y gracias a la filosofía nos preparamos a recibir la muerte como la prueba necesaria ante la cual me realizo a mí mismo, como la prueba última en la que se presenta la ocasión sin porvenir de gritar MI nombre. ¿Pero acaso puede morir como hombre quien no ha vivido como tal?

Introducción a los sábados filosóficos

Como breve presentación de los encuentros, me veo obligado a subrayar las condiciones o las reglas propias: la primera y principal es pensar, y aquí pensar significa tomarse el tiempo que sea necesario para sitiar y asediar una cuestión hasta que podamos -si es posible- tomarla y conquistarla, hasta que haya rendido toda su luz a nuestra inteligencia. La segunda, y no por eso menos importante, es escuchar, y aquí escuchar también significa tomarse el tiempo de atender a lo que los otros quieran decir, sin precipitar ni adelantar en nada las posibles consecuencias que se derivan de un planteo ajeno. Escuchar es abrirse al mundo que se abre en el horizonte del otro, un mundo con una paleta propia, con sus propios matices. La tercera regla, es la de no citar a ninguna autoridad filosófica cuando se debate, para que no caigamos en una mera discusión de escuelas ni tampoco eludamos pensar la cuestión refugiándonos en grandes nombres, como si dijeramos que una cuestión está resuelta porque tal pibe (y si los filósofos fueron pibes también) dijo tal cosa al respecto. Y la cuarta y última regla es permanecer siempre como esos niños-adolescentes que saltan con pasión inusitada sobre los problemas y las preguntas que más importan al hombre y que después son empañadas por las arrugas de la preocupación cotidiana de un mundo que ya nació viejo y que no conoce nada del arrebato sano de la filosofía y del arte. Ahora sí, ¡a filosofar!

domingo, 28 de marzo de 2010

Bienvenida

Queridos filósofos:
Este es el lugar en el que publicaremos las diversas búsquedas y reflexiones que compartimos los sábados cara a cara. Ahora sí, ¡a filosofar! Con mucho cariño y afecto,

Martín.