domingo, 2 de mayo de 2010

La paradoja como punto de partida del filosofar (Martín Grassi)

¿Cuál es el punto de partida del filosofar? Creo que habría que delimitar primero lo que significa la expresión "punto de partida" al aplicarlo a la filosofía. La "partida" supone siempre un estado inicial de reposo, a partir del cual se inicia un determinado movimiento. Pero dado que los movimientos pueden ser varios, también los puntos de partida parecen ser más de uno. Lo importante es, quizá, señalar la profunda implicación entre movimiento y punto de partida: uno y otro se definen mutuamente, puesto que un cierto movimiento exige un cierto punto de partida, así como un cierto punto de partida marcará un determinado movimiento. En el caso de la filosofía, podemos pensar en movimientos varios: el movimiento lógico del pensamiento, el movimiento existencial del filósofo, el movimiento histórico del pensamiento tomado en sus figuras históricas concretas. Así, habría -al menos- tres puntos de partida: 1)el principio de identidad, a partir del cual se genera la labor lógica del pensamiento; 2) la "crisis" (en su sentido más amplio, como quiebre o ruptura, pero también como oportunidad) del existente, que busca sanar su desequilibrio; 3) la tradición cultural de la cual nos servimos inevitablemente para plantear las preguntas, así como también para esbozar sus posibles respuestas.
Sin embargo, ninguno de estos puntos de partida se dan de un modo puro al hombre, como si fueran meramente dados a nosotros -como si se nos colocara en la primera casilla de un juego de mesa. Más bien, estos puntos ya implican nuestro movimiento mismo, el movimiento de cada quien, cosiderado como existente singular y único. El principio de identidad es tan sólo una formulación abstracta de un movimiento existencial que busca siempre la unidad y el equilibrio de sí y de lo otro, lo cual es propio también de la "crisis", en la cual nos reflejamos como incompletos, pero también propio de la cultura en tanto camino siempre inacabado y vuelto a emprender por la originalidad de cada uno. Y he aquí, creo, lo central: el movimiento de la filosofía -y, por tanto, su punto de partida- es uno y el mismo: el ser que busca el ser. Pero este movimiento es justamente el de la paradoja: es tan cierto decir que somos como decir que no somos. No es que el principio de identidad se quibre, sino que el Ser no se presenta nunca como algo acabado a nosotros, ni en su ser-sujeto que realizamos, ni en su ser-objeto de pensamiento (y aún esta doble caracterización falsea al mismo Ser, que trasciende las mismas categorías de sujeto y objeto). El Ser parece más bien una invitación a una realización. Y aquí parece ser verdad que solo buscamos aquello que ya hemos encontrado de algún modo. La paradoja es el corazón de la filosofía, paradoja que se encuentra ya en su punto de partida, que es, al mismo tiempo, movimiento. No hay un "punto cero" de la filosofía, la filosofía es "ya-siempre-camino", y esto porque ya el Ser se presenta antes de ser cuestionado y aparece gracias a su ser cuestionado. Claro que este camino se ilumina en la toma de conciencia de la paradoja y de sus momentos, pero creo que se falseará todo filosofar si nos atenemos tan sólo a los productos abstratos de este movimiento tomados como absolutos, es decir, como independientes del movimiento o como "anteriores" al movimiento. Me parece una concepción demasiado mecanicista y naturalista (técnica, en una palabra) la de pensar que un punto de partida es un estado puro de posibilidad que necesita ser actualizado, como si fuera el primer eslabón de una cadena que significa la construcción pura y diáfana, transparente a sí misma, de un filosofar. Más bien, la filosofía me parece más cercana al arte que a la geometría, por su caracter paradojal. Y la paradoja nos abre ya a lo Otro frente a lo cual nos situamos y que nos define por dentro, y que es uno de los lados del corazón de la paradoja (el uno atravesado por lo otro, el ser atravesado por la nada, el movimiento atravesado por el reposo, y todas estas puestas a la inversa). Y este Otro se presenta en su ser exigencia existencial de ser y no como objeto a definir. De este modo, el punto de partida de la filosofía -que se asimila al movimiento del existente en el seno del Ser- es a la vez de carácter especulativo y ético. Que el ser sea y no sea a un tiempo ante nosotros, es la certeza que fundamenta y pone en marcha el movimiento todo del filosofar.

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